El síndrome de Cushing se produce cuando el cuerpo está expuesto a altos niveles de la hormona cortisol, en general durante un tiempo prolongado.
El exceso de cortisol puede ser secundario al uso de medicamentos con corticoides (síndrome de Cushing exógeno), utilizados en algunas enfermedades como la artritis reumatoide, el lupus y el asma, o para evitar que el cuerpo rechace un trasplante de órgano, así como con el uso de corticoides inyectables para distintos dolores. Más raramente el exceso de cortisol puede deberse a una producción excesiva por nuestro propio organismo (síndrome de Cushing endógeno).
El exceso de cortisol produce cambios físicos muy característicos. Algunos de ellos son: aumento de peso y depósitos de tejido graso, particularmente en el tronco y la parte superior de la espalda, la cara (cara de luna llena) y entre los hombros (joroba de búfalo), estrías gruesas rojo-violáceas en la piel del abdomen, muslos y brazos, afinamiento y fragilidad de la piel, hematomas que se producen sin trauma previo. A demás el exceso de cortisol puede producir complicaciones como la diabetes tipo 2, elevación de la presión arterial (hipertensión arterial), pérdida de masa ósea y fracturas por fragilidad (principalmente fracturas vertebrales), infecciones frecuentes, dificultad para la cicatrización de heridas, pérdida de la fuerza y masa muscular.
Ante la presencia de signos o síntomas característicos del síndrome de Cushing, es fundamental que el médico realice un interrogatorio detallado y examen físico minucioso. Un especialista en endocrinología, debe solicitar en primera medida estudios diagnósticos bioquímicos, que permitirán confirmar o descartar la sospecha diagnóstica.